“El maratón es como
la vida, en cada paso se viven muchas historias y con la línea de llegada mas
que un final comienza un nuevo ciclo”
Arranco
con esta frase a escribir sobre mi experiencia en el Maratón de Tokio, una
ciudad mágica para correr, un circuito que ha logrado su ingreso al selecto
grupo de Majors o mejor conocidos como los mejores maratones del mundo.
Es
curioso que mis últimas participaciones en trazados de 42 kilómetros, lejos de
ser el que corre me han permitido observar
lo que envuelve este tipo de eventos. Sin utilizar el tiempo en alcanzar la
concentración necesaria para lograr una marca me he dedicado a pensar en cada
detalle que deseo compartir con ustedes.
En
Tokio, percibí un ambiente digno de una gran competencia, observé una ciudad que por su historia y compromiso
social trató a los atletas como héroes. Este tipo de acciones tienen que ver,
entre otras cosas y así lo supongo, al grado de madurez que han desarrollado
como seres humanos hacedores de sueños, de alcanzar metas, de ser capaces de levantarse de circunstancias
difíciles, en fin de admirar el poder del ser humano por vivir en plena armonía
con lo que le rodea.
Tokio
es una ciudad imperial, totalmente distinta en principios y valores a lo que
estamos acostumbrados en Sur-América, no en vano la describen como "otra cultura." El largo viaje, mas de 23 horas en avión atravesando el Atlántico, subiendo
hasta el casquete Polar y bajando nuevamente hasta el trópico hacen que la
expectativa aumente a medida que pasan las horas. Los aviones y las largas
esperas entre las conexiones pueden utilizarse para escribir o devorar libros. En fin, hay tiempo para eso y mas. Como
lo haría un “ser de otra cultura” aprovechando el tiempo en enriquecer nuestro
conocimiento, de eso se trata el estilo de vida en el otro lado del mundo.
Llegar
a Tokio era conectarnos en cuerpo y alma con un estilo de vida distinto. La
comida, sus sabores, olores, Universidades, Monumentos, Templos. Es tener la
posibilidad de en encontrar nuevos caminos para comprender las distintas formas
de vivir. En el maratón participaron
36.000 almas, con ideas, con sueños, todos dispuestos a dejar en cada paso gritos de oración para que el viento los multiplicara cual bandera budista que
ondea en los templos de ciudad.
El
estado del tiempo obligó a los corredores a abrigarse, el día era soleado, sin
embargo las secuelas de una estación que se iba y la plena transición a la
primera se sentía en cada movimiento. La temperatura oscilaba entre los 3 y los
8 grados centígrados. Por momentos,
cual regalo divino, una sutil nevada cambiaba el paisaje variando la estrategia
de los que pretendían atacar el pelotón de líderes.
La pertinaz caída de nieve hizo que cada
corredor adaptara su estrategia en función de lo que sucedía. Es imposible
pensar que la misma forma de asumir un maratón terminará siempre con el mismo
resultado y mas si tomamos en cuenta a Heráclito: “Cada
vez que te metes en un rio, se trata de un rio diferente”
La adaptación es realizada por los atletas
elites de manera inconsciente, es lo que garantiza su permanencia. Refiriéndonos
a procesos Darwinianos podríamos decir que sobreviven los mas aptos y así fue
como se logro imponer un nuevo record en la ruta 2:05:18, algo inédito para el
trazado Nipón.
Nuestro caso, no tuvo el mejor
desenlace, tampoco puede tenerlo siempre
que nos proponemos alcanzar un reto. Edwar Lorenz Meteorólogo del MIT (Masachusstes
Tecnical Institute) en 1960 descubrió
que un cambio diminuto en un estado inicial era suficiente para producir
modelos de tiempo completamente diferentes. Esto terminó en lo que conocemos como efecto mariposa.
Esta cita extraída de uno de los libros de
cabecera del avión, resume lo sufrido en el Cuarto Maratón del Equipo de Proyecto Vamos. A miles de kilómetros de distancia vientos de cambio en Venezuela tendría
consecuencias en el desempeño en Tokio.
El equipo nunca logró conectarse con la actitud necesaria para lograr lo
que exige "ganar" un maratón a diferencia de los corredores que pelearon hasta el
final por implantar un nuevo record.
Escribiría
Laurence Gonzales conectarse con la actitud necesaria para sobrevivir.
En el caso del maratón, cuando no se trata de vida o muerte, lo cambiaría por
la actitud necesaria para ganar.
Cada
experiencia es un aprendizaje, sin lugar a dudas en los procesos de liderazgo
es necesario encontrar amor por lo que hacemos o como reza en el Tao Te Ching:
“La persona rígida es un discípulo de la
muerte, los moldeables, flexibles y delicados amantes de la vida”
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